No Vivamos con Culpa, Remordimiento o Vergüenza

Si queremos comenzar el proceso de permitir que el Espíritu Santo nos dé el poder para vencer nuestros pecados, luchas, adicciones, depresión, baja autoestima, trauma, historia de abuso, heridas, malos hábitos y obsesiones no saludables, tenemos que primero dejar de huir, escapar, o negar aquellas áreas de nosotros que nos hacen sentir vergüenza, culpabilidad, disgusto, débilidad, enfermedad, suciedad, inferioridad, desmoralización o miedo.

Hay que dejar de huir de las áreas que hemos tratado de bloquear, negar y esconder acerca de uno mismo,de los demás y de Dios.

”Mientras callé, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día. Por que día y noche Tu mano pesaba sobre mí; mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano. Pero te confesé mi pecado, y no encubrí mi iniquidad. Me dije: "Voy a confesar mis transgresiones al Señor." Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.” (Salmo 32: 3-5)

Cuando ocultamos nuestras dificultades de Dios -y de otros cristianos que realmente se preocupan por nosotros- evitamos que el poder del Espíritu Santo de Dios nos llene de Su potestad que sana desde lo mas profundo de nuestro ser interior hacia afuera. Mantenemos la falsa apariencia exterior y no bíblica de que somos "fuertes", "buenos", y "sin dificultades”. Todos los problemas que hemos escondidos en nuestro interior no mejoran - empeoran. La aflicción, el dolor de las heridas y conflictos que mantenemos "secretos" serán más fuertes, producirán llagas(supurarán), causarán daños a otras personas en nuestro entorno, y requerirán esfuerzos cada vez mayores de tiempo y energía para mantenerlos “ocultos.”

Discutiremos este tema más a fondo en los días por venir, pero por ahora debemos comenzar el proceso de curación o sanidad descargando toda la "basura" que hemos encerrado en nuestro interior. Pongamos todas esas cargas a lo pies de la cruz de Cristo sin miedo ni vacilaciones, porque creemos en un Dios que nos ama incondicionalmente. Finalmente podemos dejar de huir de lo que somos, lo que hemos hecho ó de lo que se nos ha hecho.

Durante esta semana, hagamos una lista de tres problemas, heridas, experiencias o pecados que hemos negado, reprimido o bloqueado u ocultado de alguna manera de nosotros mismo, Dios u otros. Durante los siguientes siete días, destinemos una parte de la oración diaria para hablar con Dios acerca de los pormenores de nuestra lista.

Permitale a Dios entrar en su corazón este día.

Perdoname Dios, pues sigo fallando...

Hay que recordar que servimos a un Dios que no sólo es misericordioso, pero que también entiende, se identifica y se compadece de todas nuestras debilidades (Hebreos 4:15). Dios no nos ama más cuando somos "buenos", ni nos ama menos cuando somos "malos o pecadores". Dios es amor; y él nos ama tal como somos. Aferremosnos a esta verdad la próxima vez que estemos siendo abrumados por la tentación - tal como el apóstol Pablo lo hizo hace 2000 años.

Ser Aceptados: Su regalo de amor

La verguenza, la culpa, la falta de aceptación y el miedo que rodea "nuestra debilidad" a menudo impiden al cristiano buscar ayuda o apoyo.  Esta situación refuerza las potestades y barreras espirituales, ataduras que esclavizan al cristiano espiritualmente.

La aceptación es un requisito para acoger (abrazar) su debilidad como lo hizo Pablo.  Usted no es un ser desperfecto o deficiente (dañado).  Usted es un hijo de Dios, y Dios le acepta plenamente por todo lo que es y como es.   Cuando llegamos a ser cada vez mas capaces de aceptarnos a nosotros mismos, aprendemos a abrazar (acoger) todo lo que somos de la misma manera que nuestro Senor y Salvador Jesucristo lo hace.   A la larga (o finalmente) aprendemos a amarnos a nosotros mismos, porque Dios nos amó primero (Rom.5:8; 8:31-39).

Jesus murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores. El realizó un extraordinario (sublime) acto de amor en nuestro nombre para mostrarnos que El nos amó a pesar de nuestras debilidades y defectos.  El no murió por nosotros por algo que hayamos logrado o méritos alcanzados - murió por nosotros para demostrar que su amor no es condicionado a nuestro propio sentido o criterio de "justicia" o "derecho"-.

Si pudiésemos alcanzar la "justicia" por nuestra cuenta -Jesús nunca habría sido crucificado-. 

Nuestro primer paso hacia la etapa de aceptación requiere de nosotros el desechar todas las caretas, pretensiones y fachadas de pretender ser "buenos" o "fuertes" cristianos y lograr ser transparentes (reales, auténticos) con nosotros mismos, con Dios y con todos los que nos rodean.

Cuando alcancemos a entender el significado de la aceptación de Dios hacia nosotros, comprenderemos la anchura, profundidad y trascendencia de Su inmenso amor.  Nos daremos cuenta que Su aceptación y amor  de todo lo que somos, es una expresión de Su amor incondicional.